No saber cocinar es una de las cosas de las que NO estoy orgullosa, pero es mi realidad. Nunca tuve tiempo ni gran interés por la cocina. Mi mamá decía que si trabaja podría evitar ser una ama de casa. Lo que no me dijo es que si quieres un esposo y formar con él una familia, tienes que cocinar, porque cada plato es una forma del amor.
Un día antes de que resguardáramos a Helga, compramos una estufa, llevábamos un par de años con una parrilla espantosa y yo me resistía a cocinar en ella. Me recordaba de alguna forma lo indigna que yo era para una cocina amorosa. Por eso compramos la estufa, así Javier sería mi maestranza*, esa suerte de compañero de viaje culinario que te ayuda a cortar, amasar, freír, rebanar, sazonar... a cumplir las cosas que sueñas para que él mismo sea quien las saboree.
Y entonces llegó Helga, con sus caballazos y sus rabietas en las clases, y también su calma por las noches al pie de la puerta. Así que en la tercera semana, yo de vacaciones y el horno sin estrenar, decidí prepararle unas galleticas.
Busqué la receta más sencilla y descubrí que ninguna lo es. Así que me inventé una a partir de ellas.
- Harina (una taza y media)
- Agua (poca y siempre añadiendo lentamente hasta conseguir una masa sustanciosa, pesada y nunca, nunca chiclosa)
- Salchichas finamente rayadas
- Mantequilla (una barra)
Usa un rodillo para darle a la masa el mismo grosor. Si, como yo, no tienes cortadores profesionales, toma los de tu Play-Doh. Yo tenía de perrito, delfín, casita y camioneta.
Las horneas por 45 minutos a fuego medio si tu horno es pequeño como el mío.
Al día siguiente fuimos a la clase, la tercera clase. El parque al que vamos es precioso, una joya aunque el río está muy sucio. Si tan sólo mi generación le regalara a la ciudad el río limpio, nuestras vidas habrían valido la pena, al menos eso creemos Javier y yo.
Como soy una mujer cursi, preparé pastel y carnes frías con queso para nosotros, llevé las galletitas, improvisé un picnic. A Helga le encantaron y a otros perritos del parque también. Nadie salió herido, ni envenenado. Sólo quedamos felices de otro día disfrutando del sol, los árboles y nuestro perro.
Sabía que nuestro hogar necesitaba uno. Aún no sé si ella se quedará con nosotros, porque aún podría aparecer su familia pero sé que un perro al que se cuide con maestranza, será siempre algo hermoso para vivir, sobrevivir y recordar.
*en el jerga culinaria significa ayudante o equipo de cocineros.
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